lunes, 16 de noviembre de 2009

La espiritualidad agustiniana

De entre los múltiples aspectos del carisma agustiniano, esta vida contemplativa tratará de vivir, con especial relieve, estos cuatro:

La interioridad:
Para lo cual se potenciará: el silencio (educando en el silencio hasta que este llegue a ser una necesidad), la paz, la quietud, el apartamiento (como oposición y denuncia del activismo, la prisa y el movimiento continuo que, incluso en nuestros monasterios, tiene buena carta de ciudadanía. -Aceptando que, a lo largo de la historia, se ha dado un abuso en el uso de la clausura (al imponerla a toda mujer consagrada, apartándola de la práctica apostólica), tal vez hoy, siguiendo la ley del péndulo, se ha pasado a la postura contraria, y haga falta reivindicar que la clausura no es un mal a eliminar, sino un medio privilegiado para la vida íntegramente contemplativa que hay que revalorizar y vivir en todo su sentido- ), la oración prolongada (que posibilite profundidad en el encuentro con Dios), la formación (tratando de crecer en la propia conciencia de lo que vivimos y somos, para valorarlo, potenciarlo y defenderlo; para conocer en profundidad los caminos del espíritu, educando en la autoformación, tanto personal como comunitaria. La ascesis (como medio imprescindible para el fiel seguimiento de Cristo; en oposición y denuncia al consumismo, al criterio hoy vigente de actuar por el gusto y no por el uso, etc...)
La vida común:
Nuestros antepasados nunca olvidaron el estilo de vida de la primitiva comunidad apostólica, tal como se expresa en la Regla: "El motivo esencial por el que os habéis reunido es para que viváis unánimes en la misma casa y tengáis un alma sola y un solo corazón orientados hacia Dios".
"Nuestro Padre y Fundador, al querer renovar la vida apostólica, basó su ideal monástico de vida sobre esas pa¬labras antes citadas. Y si examinamos atentamente la intención de N.P.S. Agustín... comprenderemos que fundó su Instituto Religioso sobre la comu¬nidad, o mejor aún, sobre la comunión" ; es decir: "sobre la comunión de cohabitación local..., de unión espiritual..., de posesión temporal..., de distribución proporcional". A esta cuádruple comunión se reducen, en última instancia, "todas las normas de la Orden contenidas en la Regla y Constituciones".
Sin la comunión de "unión espiritual" no tiene sentido la comunión de cohabitación. "Si estamos reunidos corporalmente debemos también estarlo espiritualmente. De nada sirve, en efecto, que nos cobije una misma casa, si nos separa un diferente voluntad; ya que Dios se fija más en la unidad de espíritu que en la unidad de lugar".
Se crearán y potenciarán los espacios de intercomunicación espiritual a nivel comunitario: para revisar de forma periódica toda la vida de la comunidad, a manera de examen de conciencia comunitario, y para llevar a cabo una autoformación comunitaria sistemática que favorezcan los objetivos antes señalados.

La itinerancia espiritual:
Se tratará de crear una fuerte conciencia de dinamismo. Nuestra vida es dinámica, no se trata de un estado sino de un camino. A nivel comunitario se ha de partir de unos mínimos comunitarios, exigibles a todas, pero animando y favoreciendo unos máximos individuales. La comunidad ofrecerá el marco adecuado y será garante de que cada una pueda desarrollar su personal llamada a la santidad y seguir las exigencias particulares de la misma. Por ello se creará conciencia de que, al igual que, en lo material, no todas tenemos las mismas necesidades, así en lo espiritual: a cada una según su necesidad, en palabras de N. P. san Agustín. Romper la uniformidad no es romper la unidad, sino que la comunidad quedará enriquecida por una diversidad unida. Esta unidad se llevará a cabo por la coordinación que la superiora ejercerá de estas exigencias personales que, nunca se llevarán a cabo por libre, sino con la aprobación de la misma, la cual, a su vez, velará para que esta diversidad sea armónica en su conjunto.

El servicio a la iglesia:
Siendo conscientes del servicio sagrado de glorificación de Dios, de intercesión en favor de los hombres y fomentando el valor testimonial de la vida contemplativa por el hecho de descubrir, potenciar y vivir valores esenciales, humanos y religiosos, que hoy se puedan estar descuidando. Fomentando a su vez una fidelidad activa al magisterio de la Iglesia.

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